13 de octubre de 2007
I. Un pretendido liderazgo.
II. Luego de la frustración por la pérdida del premio Nobel de la Paz.
I
Un pretendido liderazgo
Marcelo Ostria Trigo
Quizá estemos nomás ante un evidente “corsi e ricorsi”, es decir en una ronda de avances y, en el caso de nuestro país, también de dramáticos retrocesos.
La celebración del vigésimo quinto aniversario de la inauguración de un nuevo ciclo político en la vida de la Nación –el de la democracia–, y la otra conmemoración: los cuarenta años de la muerte en Bolivia de un guerrillero extranjero, confirman que ha vuelto la confrontación entre dos visiones de país, cuando ya han pasado dos décadas desde la caída del muro de Berlín, que fuera el símbolo de un mundo peligrosamente dividido.
Aunque ahora se trata de una anacrónica disputa por el predominio de una de esas dos visiones: la democrática liberal y el marxismo – leninismo, se repiten renovados los “slogans”, aunque sus ahora exponentes en América –Chávez, Correa, o Morales– parece que no están en condiciones de llevar adelante una revolución marxista – leninista ortodoxa, cualesquiera sean sus matices: stalinismo, castrismo, maoísmo, trotskysmo, etc.; especialmente cuando el mundo se liberaliza, cuando hay naciones–continente que, hasta ayer nomás, tenían regímenes radicales y ahora están en la tarea de la apertura, tanto interna como externa.
Pero los nostálgicos del extremismo buscan el reacomodo político. Y lo hallan de distintas maneras. En Bolivia, por lo menos, muchos se inscriben en el populismo indigenista, variando el postulado de la clásica lucha de clases, a la lucha por el predominio étnico. Y es notorio, por otra parte, que ya no se pone el antiguo énfasis en la revolución proletaria que tanto enfervorizó a los radicales del pasado siglo, sino que ahora el fetiche es el cambio supuestamente democrático –claro, sin decir qué cambio, ni el por qué del mismo.
Estas manifestaciones del actual populismo, con ropaje socialista, nacieron con Hugo Chávez en Venezuela –el mismo Chávez candidato que el día anterior a su primera elección afirmaba que Cuba es una dictadura– que fue radicalizándose a medida que crecían sus recursos con la reciente y dramática alza en los precios del petróleo. Y, con tanto dinero, no se resistió a intentar un megalómano plan: constituirse en el líder radical de Latinoamérica, logrando lo que no pudo Fidel Castro que, junto a su socialismo, agoniza en la isla.
Chávez no se quedó “en chiquitas” y por cuenta propia –no tiene país protector como Cuba que tuvo a la Unión Soviética– interviene, financia y alienta campañas electorales en diversos países y, cuando no tiene éxito, insulta y entra en conflictos verbales abiertos, como fue con varios presidentes, entre ellos nada menos que los presidentes Vicente Fox de México y Alan García del Perú. En sus diatribas incluyó al parlamento brasileño que había cometido el pecado de pedirle que respete la libertad de expresión, amenazada con el cierre de un canal de televisión. Los insultos a los Estados Unidos y a su Presidente, ya son parte de un anecdotario negro.
Por supuesto que la tarea de erigirse como líder del continente no es fácil, menos aún para un ex–golpista y un provocador. Pero este personaje lo intenta precisamente por los enormes ingresos que le da el petróleo a su país. Sin embargo, para otros como Bolivia este experimento del socialismo del siglo XXI, se presenta como una aventura mucho más peligrosa.
Para Chávez, aunque el megalómano no lo reconozca, será difícil seguir en su asumido papel de líder continental, pues hay obvias diferencias entre países, considerando su población, extensión territorial, desarrollo económico y social, nivel cultural, todo añadido a que también hay gobiernos serios a los que no parece importarles esos pretendidos liderazgos efímeros, asentados –se insiste– en una coyuntura favorable de precios de una materia prima, como los hidrocarburos.
Pero en su insistencia, ya Chávez asumió el papel de padre y protector de Evo Morales, dándole consejos, tratándolo con un paternalismo insólito, seguramente aceptado por el favorecido, porque le entrega cheques, destaca funcionarios y guardias y lo hace pasear en avión y helicópteros. Es más: mete en el juego a Irán. Y se da, entonces, la incongruencia del pretendido socialismo del siglo XXI que se alía con una dictadura secante, mezcla de fascismo y teocracia, dominada por una clase: la eclesiástica, al punto que su líder nacional –que no es el presidente y no participa ni gana una elección democrática–, es un ayatolá supuestamente predestinado para proteger a su patria y su religión.
Y aquí resalta lo amargo: el gobierno de Morales –y él mismo– juegan el papel secundario; de segundón de un experimento informe y audaz, sin que se haya reparado en que al régimen venezolano –pequeño en dimensión universal– sólo le espera el ocaso de una dictadura más. Así será una anécdota amarga en la historia de nuestra Latinoamérica, tan castigada por “salvadores”.
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II
Luego de la frustración por la pérdida del premio
Nobel de la paz...
Marcelo Ostria Trigo
Dicen las malas lenguas que, terminada la esperanza de que el presidente Morales, obtenga el Premio Nobel de la Paz correspondiente a 2007, ya no habrá freno para agredir y ofender a personas e instituciones. En efecto, los serios señores noruegos encargados de elegir al premiado, ya decidieron que el galardón de 2007 sea, conjuntamente, para el ex-vicepresidente estadounidense Al Gore y el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la Organización de las Naciones Unidas. "El comité de premiación les entregó el galardón en reconocimiento a las acciones que han realizado para fomentar y difundir el conocimiento sobre la incidencia de las actividades humanas en el cambio climático, gestiones que han colocado las bases para enfrentarlo”. En esto por supuesto que no hay nada que se parezca a incitar a la violencia o el odio. Los caballeros noruegos ya no tendrán que pensar, hasta el año próximo, en un candidato meritorio para ser elegido.
Pero ahora, internamente en Bolivia, la cosa si que se pone más fea, pues se estaría cumpliendo lo que esas malas lenguas decían sobre el freno, ahora ausente, que obligaba al gobierno a mostrase pacífico, conciliador y sereno. Por esto, una vez perdido el premio, ya arrecian los ataques simultáneos a todos y a todo. Y éstos salen de la boca del propio presidente que ahora no ha visto mejor blanco que atacar a la Iglesia Católica. Y lo hace –ya se lo han dicho– con el atrevimiento de quien no conoce la historia ni el presente de una obra que, pese a cualquier carencia, está inspirada en la solidaridad con el prójimo, con los desvalidos, a los que el acusador pretender defender.
Ofende también a un sector respetable de ciudadanos. Dice que los combatientes de las fuerzas armadas contra la guerrilla de 1967 fueron inducidos por el imperio a enfrentar al agresor extranjero no mereciendo, entonces, reconocimiento alguno. Bueno ya no hay que discutir el disparate. Pero como es cierto que hubo soldados valerosos que se sacrificaron, negarles el homenaje por lo que ofrendaron, no sólo es una mezquindad sino que constituye una afrenta, sólo explicable por el sectarismo secante, expuesto con la arrogancia que va creciendo cuando el dirigente va en camino de convertirse en autócrata.
Hacer un recuento de las ofensas sería larga tarea, pues en número, gravedad y repetición, no hay parangón. No estamos, por ello, ante la necesaria serenidad que debe mostrar un conductor. La estridencia y la locuacidad insensata, no unen a los ciudadanos. Sólo producen mayores divisiones, enconos y enfrentamientos. Y pensar que el gobierno “masista”[1] se precia de trabajar para la consolidación de una patria unida. En realidad, son provocaciones, ni más ni menos, pero peligrosas y sin destino honroso.
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1 Del Movimiento al Socialismo (M.A.S,)