Entregas octubre 2007

6 de octubre de 2007.

I

El Premio Nobel de la Paz

Es difícil criticar, como boliviano, la postulación de un conciudadano a un reconocimiento mundial. Sería gratificante apoyarlo si muestra, sin sospechas ni dudas, suficientes credenciales y condiciones. Este fue el caso, aunque sin resultados, de la postulación de don Franz Tamayo al Premio Nobel de Literatura. Pero, cuando esto no ocurre, y aún a riesgo de ser acusado de mezquino en el juicio, hay que señalar, con honestidad y sensatez, las falencias del candidato.

El Premio Nobel de la Paz es uno de los cinco instituidos por el inventor sueco Alfred Nobel. Como antecedente ilustre, habrá que recordar a los primeros premiados, en 1901, Henry Dunant, fundador de la Cruz Roja Internacional y Frédéric Passy, pacifista reconocido por sus esfuerzos humanitarios y actividades a favor de los derechos humanos, la mediación en los conflictos internacionales y el control del armamentismo. Desde entonces, muchos fueron elegidos como personas de paz. Entre ellos –hay otros de iguales condiciones y virtudes– Nelson Mandela, la Madre Teresa de Calcuta, Jimmy Carter, la Campaña Internacional para la prohibición de las minas antipersona (ICBL) Jody Williams, Isaac Rabin, Mijaíl Gorbachov, Tenzin Gyatso (decimocuarto Dalai Lama), Mohamed Anwar el-Sadat, Menachem Begin, Willy Brandt, Martin Luther King y muchos otros personajes igualmente esclarecidos.

En 1992, la guatemalteca Rigoberta Menchú Tum, obtuvo el Premio Nobel de la Paz “en reconocimiento a su trabajo por la justicia social y la reconciliación, basada en el respeto a los derechos de los pueblos indígenas”. Quince años después esto se desnaturalizó; la premiada se propuso usar su condición de galardonada para incursionar en la política, no precisamente en aras de la reconciliación, sino más bien alentada por el agresivo régimen de Hugo Chávez. La aventura terminó con un mísero apoyo electoral, mostrando el rechazo de los guatemaltecos al oportunismo.

Ahora, un político y dirigente cocalero boliviano, con antecedentes de instigador de la violencia y el enfrentamiento, de buscar frenéticamente la revancha cerril, de provocaciones e insultos estridentes, de acusaciones irresponsables sin pruebas, de manifiesta animadversión a sectores y regiones no aimaras, pretende el Premio. Este ciudadano, ahora presidente, no es exponente de hombre de paz.

Y, en el ámbito internacional no contribuye a la paz, ni a la armonía: Abre constantes frentes de controversia, como el ataque inútil al Presidente Felipe Calderón de México, se alía con gobiernos, como el de Irán, que son contestatarios del mundo, pormueve el imposible traslado de la sede principal de las Naciones Unidas, lo que dará lugar a no pocos diferendos. Y, lo peor: siembra odio en medio de su incoherencia discursiva.

¿Será, entonces, posible la premiación de un adalid de la división en su propio país, de la agresividad populista contra quienes no se uniforman con el pensamiento disperso del "masismo"? Todo puede ser. Hay ingenuos encandilados con un indigenismo con categoría folklórica, "chompa" rayada incluida.

Si logra el Premio el postulante del oficialismo boliviano, pese a las claras muestras de barbarie, como la desatada en Cochabamba por cocaleros, activistas y aun funcionarios del gobierno, nunca procesados, a la intolerancia y violencia en Sucre, a los atropellos a las instituciones, a la ley y a la libertad, muchos dejaremos de creer en el Premio Nobel de la Paz.

II

Sede de las Naciones Unidas

La Carta de la Organización de las Naciones Unidas de 1945 no fijo la sede del organismo. El Congreso de los Estados Unidos, el 10 de diciembre de ese año, resolvió invitar a las Naciones Unidas a que se estableciera en ese país. Luego, la Asamblea General de la ONU, reunida en Londres, resolvió el 14 de febrero de 1946 que la ciudad de Nueva York sea la sede de la organización mundial.

Esto no fue un asunto de poca monta. Se requería de inversiones importantes. Para los terrenos hubo una contribución de ocho millones de dólares de ese entonces, y los terrenos adicionales requeridos fueron donados por el municipio de la ciudad de Nueva York. La sede comprende un terreno urbano en Manhattan con una superficie de 7.2 hectáreas (72.000 m2). “El terreno no es propiedad de un solo país, sino de todos los Estados Miembros de la Organización. Las Naciones Unidas tienen su propia fuerza de seguridad y su propio cuerpo de bomberos, emiten sus propios sellos de correo…”. El diseño de los edificios, fue encomendado a un comité de arquitectos de Australia, Bélgica, Brasil, Canadá, China, Estados Unidos, Francia, Suecia, Unión Soviética y Uruguay.

Resulta, ahora, que la sede de la ONU es un tema mayor en la política exterior del gobierno de Evo Morales, empeñado en que se la traslade a otro país miembro. En su última exposición en la Asamblea General, el presidente se quejó por los trámites, que considera humillantes, de personeros oficiales y congresistas bolivianos para obtener visas de ingreso al territorio de los Estados Unidos, y por el desvío del avión venezolano que lo llevó a Nueva York que, por esto, tuvo una demora de dos horas. Ya en La Paz, el severo ministro de la presidencia –nada dijo entonces el canciller–, relató lo del avión y las visas que produjeron el enojo presidencial, y anunció una campaña internacional para el traslado propuesto.

Y se llegó al entredicho diplomático. El Embajador de los Estados Unidos dijo que no sorprendería que el gobierno boliviano hasta pida el traslado de Disneylandia. Aunque luego afirmó que fue una de broma para distender las relaciones entre su país y Bolivia, habrá que advertir que exigió también respeto.

Pero hay más: Un eventual traslado de la sede de las Naciones Unidas, supondría una crisis diplomática; un intento de “castigar” a Estados Unidos por el enojo presidencial boliviano. ¿Inocencia o ignorancia? Este no es tema esencial de política exterior. Y se anuncia una campaña internacional boliviana para lograr dicho traslado. Otra vez: ignorancia o superchería. ¿Se pretende, con un esmirriado cuadro de embajadores bolivianos improvisados en alrededor de treinta países –los miembros de las Naciones Unidas son casi doscientos– arrinconar a los Estados Unidos? O se supone que países, como los de la Unión Europea, o China, o Brasil, México, Colombia, Chile, Perú en la región, o Rusia, estarían dispuestos a hacer suyo el reclamo por la demora del avión que llevaba a Evo Morales y enojarse con Estados Unidos.

Parece, sin embargo, que se trata de antagonizar a los “gringos” y de recibir, como se recibió, el aplauso del autócrata venezolano, junto al apoyo de bisoños ministros y funcionarios en Bolivia que juegan a la política internacional.

Así seguimos ciegamente hundiendo más nuestra ya deteriorada imagen de país sin rumbo, insensato y peligrosamente pendenciero.