6 de octubre de 2007.
I
El Premio Nobel de
Es difícil criticar, como boliviano, la postulación de un conciudadano a un reconocimiento mundial. Sería gratificante apoyarlo si muestra, sin sospechas ni dudas, suficientes credenciales y condiciones. Este fue el caso, aunque sin resultados, de la postulación de don Franz Tamayo al Premio Nobel de Literatura. Pero, cuando esto no ocurre, y aún a riesgo de ser acusado de mezquino en el juicio, hay que señalar, con honestidad y sensatez, las falencias del candidato.
El Premio Nobel de
En 1992, la guatemalteca Rigoberta Menchú Tum, obtuvo el Premio Nobel de
Ahora, un político y dirigente cocalero boliviano, con antecedentes de instigador de la violencia y el enfrentamiento, de buscar frenéticamente la revancha cerril, de provocaciones e insultos estridentes, de acusaciones irresponsables sin pruebas, de manifiesta animadversión a sectores y regiones no aimaras, pretende el Premio. Este ciudadano, ahora presidente, no es exponente de hombre de paz.
Y, en el ámbito internacional no contribuye a la paz, ni a la armonía: Abre constantes frentes de controversia, como el ataque inútil al Presidente Felipe Calderón de México, se alía con gobiernos, como el de Irán, que son contestatarios del mundo, pormueve el imposible traslado de la sede principal de las Naciones Unidas, lo que dará lugar a no pocos diferendos. Y, lo peor: siembra odio en medio de su incoherencia discursiva.
¿Será, entonces, posible la premiación de un adalid de la división en su propio país, de la agresividad populista contra quienes no se uniforman con el pensamiento disperso del "masismo"? Todo puede ser. Hay ingenuos encandilados con un indigenismo con categoría folklórica, "chompa" rayada incluida.
Si logra el Premio el postulante del oficialismo boliviano, pese a las claras muestras de barbarie, como la desatada en Cochabamba por cocaleros, activistas y aun funcionarios del gobierno, nunca procesados, a la intolerancia y violencia en Sucre, a los atropellos a las instituciones, a la ley y a la libertad, muchos dejaremos de creer en el Premio Nobel de
II
Sede de las Naciones Unidas
Esto no fue un asunto de poca monta. Se requería de inversiones importantes. Para los terrenos hubo una contribución de ocho millones de dólares de ese entonces, y los terrenos adicionales requeridos fueron donados por el municipio de la ciudad de Nueva York. La sede comprende un terreno urbano en Manhattan con una superficie de 7.2 hectáreas (
Resulta, ahora, que la sede de
Y se llegó al entredicho diplomático. El Embajador de los Estados Unidos dijo que no sorprendería que el gobierno boliviano hasta pida el traslado de Disneylandia. Aunque luego afirmó que fue una de broma para distender las relaciones entre su país y Bolivia, habrá que advertir que exigió también respeto.
Pero hay más: Un eventual traslado de la sede de las Naciones Unidas, supondría una crisis diplomática; un intento de “castigar” a Estados Unidos por el enojo presidencial boliviano. ¿Inocencia o ignorancia? Este no es tema esencial de política exterior. Y se anuncia una campaña internacional boliviana para lograr dicho traslado. Otra vez: ignorancia o superchería. ¿Se pretende, con un esmirriado cuadro de embajadores bolivianos improvisados en alrededor de treinta países –los miembros de las Naciones Unidas son casi doscientos– arrinconar a los Estados Unidos? O se supone que países, como los de
Parece, sin embargo, que se trata de antagonizar a los “gringos” y de recibir, como se recibió, el aplauso del autócrata venezolano, junto al apoyo de bisoños ministros y funcionarios en Bolivia que juegan a la política internacional.
Así seguimos ciegamente hundiendo más nuestra ya deteriorada imagen de país sin rumbo, insensato y peligrosamente pendenciero.