Entregas febrero 2007

17 de febrero de 2007

El nuevo Servicio Exterior

Desde hace tiempo se critica a la diplomacia boliviana. Se ha repetido que es el fruto de la improvisación, en general, con funcionarios ajenos a la profesión, entre ellos, políticos que incomodan o que se quiere premiar asignándoles cargos en el exterior. Las críticas reflejaban la debilidad institucional del Servicio Exterior, aunque tampoco estuvo ausente la intención de usar los asuntos exteriores para la oposición política a un régimen, aunque vaya en perjuicio de los intereses de la República. Esta actitud fue constante en el actual partido de gobierno, cuando estaba en la oposición.

El diplomático boliviano es un “privilegiado, sin sensibilidad, ni adecuada formación” se decía. Esta imagen permaneció largo tiempo. Luego, con la creación de la Academia Diplomática en los años setenta –en realidad la reapertura–, el Servicio Exterior pareció afianzarse institucionalmente. Dejaron de ser la regla los nombramientos de favor en niveles inferiores –las designaciones de los embajadores siguieron como de confianza del Jefe de Estado–, y se conformaron equipos idóneos en la Cancillería con mejor formación. Parecía que, para bien, el camino estaba libre para la consolidación de una diplomacia nacional. Es que se tenía una ley –aún vigente– que regula los ingresos, destinos y ascensos del personal del Servicio, tanto en el país como en las misiones diplomáticas y consulares.

Pero, como se afirma popularmente, fue “demasiado lindo para ser cierto”. Los cambios políticos inquietaron, pues hubo, en la formulación de los cursos de acción diplomática, yerros, imprecisiones e interferencias de personajes políticos de primera línea. No hay que olvidar la actuación audaz, aunque improductiva, en la Cumbre de Monterrey,

Luego, abandonada la política exterior de la estridencia, parecía que también se podía recuperar la sensatez. La prueba democrática que significó superar la crisis política con las elecciones de diciembre de 2005, había creado un campo propicio para esto. Pero, muy pronto vino de decepción. Se volvió a la vieja práctica de las designaciones, premiando a adherentes políticos, o compensando fracasos de funcionarios que tuvieron que dejar sus cargos, todos ajenos a los temas internacionales.

Primero, las cuestionadas designaciones en la Cancillería –uno de los nombrados ya habla de un protocolo “andino”–, fueron justificadas porque los beneficiarios defienden (¡nadie sabe de quién!) el cambio. El titular de este servicio llegó a mencionar una revolución en marcha defendida por los improvisados que fueron designados, lo que es recurrente en los populistas. El colmo llegó con una ex –Ministra de una fracasada gestión, signada por el sectarismo. Ella va a una misión diplomática especializada, como la de Bolivia ante los organismos internacionales con sede en Ginebra, Suiza.

Las gestiones presidenciales directas –como con el Brasil, animadas sólo por el entusiasmo– las reclamaciones, lamentaciones y hasta ofensas sin cuento a gobiernos amigos, no podrán ser disimuladas ni salvadas por un nuevo servicio exterior “comprometido con el cambio” que improvisa, es sectario, es provocador y que, nuevamente, cae en la estridencia.