17 de febrero de 2007
El nuevo Servicio Exterior
Desde hace tiempo se critica a la diplomacia boliviana. Se ha repetido que es el fruto de la improvisación, en general, con funcionarios ajenos a la profesión, entre ellos, políticos que incomodan o que se quiere premiar asignándoles cargos en el exterior. Las críticas reflejaban la debilidad institucional del Servicio Exterior, aunque tampoco estuvo ausente la intención de usar los asuntos exteriores para la oposición política a un régimen, aunque vaya en perjuicio de los intereses de
El diplomático boliviano es un “privilegiado, sin sensibilidad, ni adecuada formación” se decía. Esta imagen permaneció largo tiempo. Luego, con la creación de
Pero, como se afirma popularmente, fue “demasiado lindo para ser cierto”. Los cambios políticos inquietaron, pues hubo, en la formulación de los cursos de acción diplomática, yerros, imprecisiones e interferencias de personajes políticos de primera línea. No hay que olvidar la actuación audaz, aunque improductiva, en
Luego, abandonada la política exterior de la estridencia, parecía que también se podía recuperar la sensatez. La prueba democrática que significó superar la crisis política con las elecciones de diciembre de 2005, había creado un campo propicio para esto. Pero, muy pronto vino de decepción. Se volvió a la vieja práctica de las designaciones, premiando a adherentes políticos, o compensando fracasos de funcionarios que tuvieron que dejar sus cargos, todos ajenos a los temas internacionales.
Primero, las cuestionadas designaciones en
Las gestiones presidenciales directas –como con el Brasil, animadas sólo por el entusiasmo– las reclamaciones, lamentaciones y hasta ofensas sin cuento a gobiernos amigos, no podrán ser disimuladas ni salvadas por un nuevo servicio exterior “comprometido con el cambio” que improvisa, es sectario, es provocador y que, nuevamente, cae en la estridencia.