28 de julio de 2007
Victimismo y provocaciones
El victimismo, la “tendencia a considerarse víctima o hacerse pasar por tal” (1) constituye una conducta cada más frecuente en el juego político boliviano. Tiene como objetivo inflamar pasiones, despertando simpatías por el que sufre –o sufrió– supuestas o reales injusticias y abusos. Se intenta así despertar la conmiseración pública, en una curiosa y engañosa forma de proselitismo.
En nuestro país hay varios ejemplos de un acentuado victimismo para ocultar el “escapismo” de la realidad, o sea con la pretensión de disimular carencias propias, asignando todos los males a otros, es decir a determinados grupos de la propia sociedad o a países que han elegido distintos sistemas políticos. Esto ocasiona que se vaya estigmatizando las otras opciones políticas, diferentes a la que predominan circunstancialmente. Inclusive se busca víctimas auténticas, para presentarlas –usarlas, más bien– como ejemplos de imaginarias perversidades del adversario o enemigo.
Estas actitudes en realidad se basan en una acusada intolerancia; la que, casi siempre, está impulsada por un subyacente propósito de entronizar un sistema despótico. Las supuestas víctimas buscan cobrar nuevas víctimas, en un “corsi e ricorsi” interminable y ominoso.
Pero es más: los que pretenden pasar por “víctimas”, se alistan para la revancha. No es extraño que la pretensión se base en el empeño de lograr injustificadas reivindicaciones, compensaciones o tratos preferenciales.
Así nace una pugna malsana, es decir asentada en lo negativo –la simulación de haber sido víctima de demonios terribles– que trae odios y hace peligrar la paz y la armonía ciudadana. Y en medio de este victimismo, también en un “corsi e ricorsi”, se multiplican las acusaciones, verdaderas o falsas, que se entrecruzan y crean las condiciones para la contienda fraticida.
Y, como frecuentemente los argumentos de los que sufren de “victimismo” para justificar el odio por supuestos agravios históricos son poco convincentes, surgen los insanos aprestos para luchar por imaginarias reivindicaciones contra enemigos que no existen, todo precedido por constantes y peligrosas provocaciones. Hay que reconocer que mucho de lo anterior está realmente sucediendo en el país. Las divergencias políticas que en democracia son normales y respetables, ya no son toleradas, y los que las muestran son objeto del ataque sañudo cuando no del insulto y la amenaza.
El victimismo, usado para presentar una supuesta opción de liberación de la dependencia y la dominación externa y la provocación forman una peligrosa pareja. Y esta pareja sirve al oficialismo actual para perseguir utopías rayanas en el absurdo, o para imaginar el retorno de anacrónicos sistemas, como el autóctono, cuyas leyes y organización, por respetables y sabias que hayan sido en su tiempo, ya no tienen cabida en el mundo contemporáneo. Pero la obstinación creada, las más de las veces con leyendas negras, hace que la ceguera predomine, y se insista en imponer un fundamentalismo indígena, más bien aymara, llegando a intentar la reinstalación de instituciones y reglas anacrónicas. La base histórica de los oficialistas y supuestos precursores del cambio indigenista que linda en lo folklórico, simplemente se desmorona con muy simples comprobaciones históricas.
Pero ningún argumento detiene o consigue la reflexión de los fundamentalistas folklóricos. Por ello, las provocaciones se suceden. Y cuando éstas llegan a los límites, se corre el peligro de que se desate el enfrentamiento fraticida y estéril. Si se llega a ello, nadie ganará, perderá
- Agresividad verbal permanente en todos los niveles del oficialismo y constantes agresiones a los gobiernos departamentales electos democráticamente y que no son afines al oficialismo, instigando, inclusive a la tragedia, como en Cochabamba.
- Evidencias –difundidas en Santa Cruz por un diario y un programa de televisión cruceño– de la existencia de grupos armados, uno en la provincia Omasuyos del departamento de
- Auspicio oficial para los milicianos o paramilitares campesinos llamados “Ponchos Rojos” de Achacachi, que pretenden usar la fuerza, ahora listos para provocar a Santa Cruz en un desfile militar, en la permanente porfía de alinear a todos con el oficialismo populista. Y pensar que con cinismo insultante alguien del gobierno dijo que estos “¡¡¡representan al pueblo….!!!”
- Reiteradas incitativas públicas a la violencia, como la de un orador en el cabildo paceño: Los alteños nos enojamos y los sacamos a patadas (a los asambleístas opositores y a los que favorecen la aspiración chuquisaqueña) y hasta un llamado de la curiosa Rectora de
- Acusaciones sin pruebas, selectivamente lanzadas por los oficialistas contra los que no son considerados alienados con el régimen.
- Agresiones contra ciertas regiones del país, en el caso de Tarija con la organización oficial de un bloqueo, por el “pecado” de haber votado mayoritariamente por su autonomía, lo que podría impedir se concreten los designios absolutistas y antidemocráticos del populismo en el poder. Y se añade que todo intento de hacer que se respete el referendo por la autonomía regional, sería ilegal…
- La ofensa pública que significa que un Presidente boliviano, “regale” dinero proveniente de un gobierno extranjero que se inmiscuye abiertamente en los asuntos de nuestro país.
- Presencia de extranjeros en las instituciones públicas. Son muchos los casos de esta intromisión –el más evidente fue el de un periodista extremista peruano en
Hasta aquí lo actual, lo que resalta por su espectacularidad. Pero hay más: un reiterado y acusado infantilismo, empeñado en mostrar que todos somos estúpidos. Este es el caso del disparate originado en el primer nivel de gobierno, de que, en quince años, Bolivia alcanzará el desarrollo y la organización democrática de Suiza.
Los disparates, en política, también son provocaciones…
(1) Diccionario de
21 de julio de 2007
Convulsión y Capital de
Ya se ha dicho: no resulta agradable escribir sobre los peligros que se ciernen sobre
No hay duda: la convulsión se extiende y agrava. Los bloqueos, las protestas, las amenazas y las provocaciones persisten en los cuatro costados del territorio nacional. Los daños ya no se calculan, puesto que se incrementan todos los días. Hay ciudades, y hasta departamentos completos, que están sitiados por bloqueadores, con demandas de la más distinta índole, siguiendo así las enseñanzas del MAS, partido que ahora está tomando su propia medicina. Cientos de vehículos quedan varados en interminables filas en los caminos de
Para añadir más confusión y cinismo –no nos referimos a las políticas erradas y segundonas de los intereses externos, como los del chavismo–, un viceministro, sin considerar que ya es alarmante el aumento de los índices de criminalidad, nos cuenta que la advertencia de varios gobiernos extranjeros a sus ciudadanos sobre los peligros que podrían correr en Bolivia, son parte de una conjura contra el país. ¡Vaya disparate!
Todo lo precedente es conocido. En realidad, simplemente constituye una serie de menciones recortadas y parciales de lo que sucede y que tiene como testigo a la ciudadanía.
Para aumentar la preocupación, acaba de realizarse, lo que se llamó “Cabildo de
Pero, como esto no podía quedar solo en una manifestación pública respetable, los planificadores de la política oficialista, intentaron aprovecharse del fervor cívico paceño. Así, la serenidad y la responsabilidad estuvieron ausentes. Se trató de inflamar aún más las sensibilidades regionales, distorsionando los propósitos, y promoviendo el enfrentamiento.
En realidad, este diferendo entre Sucre y
Así, se puso en evidencia la marcada intención oficialista de desnaturalizar el sentimiento regional paceño –tan respetable como el que mueve a los chuquisaqueños– aprovechando esta circunstancia para llamar a la lucha contra una inexistente proposición secesionista de los departamentos de la llamada “Media Luna”, en los que la ciudadanía ha respaldado la autonomía regional.
Y se consiguió el propósito, ya que, sin disimulo, en los inflamados discursos de este viernes 20 de julio, predominó el tono agresivo contra el Oriente, cayendo impávidamente en lo que se pretendía combatir: el divisionismo como instrumento sectario. Sobre la base de la estridencia, se sucedieron las actitudes agresivas y amenazantes.
Veamos, cómo algunos manifestantes, inspirados en la permanente provocación oficialista, pretenden cimentar la unidad nacional: “Los alteños nos enojamos y los sacamos a patadas (a los asambleístas opositores)”. “Hemos venido a decirles a esos malos bolivianos que no pasarán” …los miembros de
Así –¡quién lo creería!–, se pretende cimentar la unidad nacional y, para colmo, a través de este cabildo –fue una concentración popular– se “conminó” a
Los cientos de miles de paceños –hay cálculos exagerados que asignan a la concentración dos millones de manifestantes– que con fervor y muestras de apoyo a la posición departamental participaron en la concentración de El Alto con el slogan “la sede no se mueve”, ciertamente no fueron a respaldar a un gobierno que sí promueve la división de los bolivianos, enfrentando a aymaras con el resto del país. Esta es una política oficialista que ignora deliberadamente que las distintas razas, costumbres y creencias de los bolivianos, tendrían que constituir elementos para incrementar la riqueza intangible de una población diversa en la unidad, nutrida por diferentes caudales culturales.
Pero es peor: hay una ostensible incitativa al odio. “El Alto de pie, hasta la victoria” fue uno de los gritos estertóreos. Pero, ¿victoria sobre quien? ¿Se quiere vencer para imponer, para dominar? Se está desconociendo que hay otras posiciones respetables a ser concertadas, tomando en consideración lo positivo y lo negativo de las mismas, para llegar a soluciones constructivas. Pero, como hubo un substrato sectario, el propósito principal de muchos de los organizadores del cabildo, incluyendo autoridades públicas, fue contrarrestar políticamente las manifestaciones cruceñas, benianas, pandinas y tarijeñas a favor de la autonomía.
Habrá que entenderlo bien. La disgregación no proviene de las demandas de autonomía regional o de capitalidad plena, sino de la intolerancia, la ceguera y la obcecación. En esto, no hay duda que el divisionismo se asienta, entre otros, en las políticas públicas sectarias, erradas y perjudiciales que tienen mucho de influencia extranjera; en la constante diatriba desde en los más altos niveles contra personas, sectores, regiones, instituciones y hasta países amigos; en la paulatina entronización de un censurable culto a la personalidad, que incluye propósitos prorroguistas y folklóricos pedidos sobre la vestimenta presidencial.
Sí, es para preocuparse. Las vías hacia la negación de las libertades están pavimentadas con la simulación oficialista y la distorsión de hechos y propósitos.
Esta no es una advertencia aislada. Se extiende en el país la intranquilidad de ver que se camina hacia los abismos de la intolerancia y de la destrucción del sistema democrático.
14 de julio de 2007
Alternativa Bolivariana de las Américas vs. MERCOSUR y Comunidad Andina de Naciones.
Las declaraciones del presidente
La incongruencia oficial que se advierte en declaraciones, acciones, aclaraciones públicas, acusaciones sin sustento, negociaciones, propuestas del partido de gobierno en la asamblea constituyente, etc., muestra el deterioro de la convivencia nacional y de la política oficial sin rumbo en el ámbito internacional. Y, en este último, es donde se siguen ostensiblemente los pasos del presidente de Venezuela. Esto es preocupante, puesto que salvo algunos matices, se acompaña (o imita) una retórica agresiva sin destino ni provecho a la vista.
Se ha dicho, con razón, que la política es una ciencia de realidades. Y la política internacional lo es más aún. Esto cobra mayor notoriedad para los países de menor influencia por su escaso desarrollo y su alto grado de dependencia. Esto se acrecienta cuando se escoge como adversarios a potencias mundiales, a países de mayor gravitación por sus inmensos mercados y poder económico y militar. Es entonces que se ignoran estas realidades e irremediablemente se cosechan resultados desastrosos, ya que se cae la misma insensatez de los provocadores insanos.
Bolivia es un país con características únicas en Sudamérica. Limita con cinco países y comparte tres sistemas hidrográficos: el amazónico, el platense y el central o del Altiplano. Su diverso territorio, escasamente poblado (menos de 9 habitantes por kilómetro cuadrado), encierra una riqueza importante en el mundo actual: hidrocarburos que tienen mercado en los países vecinos que constituyen las economías más grandes de la región: Brasil y la Argentina. Bolivia , por otra parte, por ser parte platense, parte amazónica y parte del océano Pacífico, tendría que ser eje articulador de la integración regional sudamericana.
Ya es un valor entendido que para esta parte del mundo –y ya lo fue para Europa, ahora fuertemente unida en un proceso de integración avanzado– el camino hacia el crecimiento y el desarrollo, hacia la participación plena en los asuntos que afectan a la humanidad, es la integración, entendida como proceso unificador que se inicia con el esfuerzo compartido de unir las economías, abarcando una infinita gama de escenarios.
La participación del país en los organismos integracionistas fue definida hace décadas. La Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) –hoy Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI)–, el pacto Subregional Andino de Integración –hoy Comunidad Andina de Naciones (CAN)– el Programa de Desarrollo de la Cuenca del Plata, el Pacto Amazónico, son muestras de la decisión compartida en la región de adoptar políticas de Estado para participar activamente en el proceso integrador. Es cierto, hubo problemas y trabas, pero éstas no prueban que la integración tiene una mejor alternativa para impulsar el desarrollo de una nación e insertarla en el efectivamente en el continente. El aislacionismo, en nuestro caso por una concepción folklórica de la realidad o de la influencia agresiva de unos pocos países frente a los más y mejor equipados económicamente, es un disparate.
Así es que asoma una nueva corriente, inspirada en lo que el discutido presidente de Venezuela llama “Socialismo del Siglo XXI” y del que participan un régimen caribeño a punto de expirar junto a su fundador y, como segundones, los regímenes del Movimiento al Socialismo (MAS) del que es líder el actual presidente de Bolivia y el “sandinismo” de Ortega en Nicaragua.
La influencia del estilo “chavista” está reflejada en Bolivia por la agresividad y provocación constante y sin medida, contra una diversidad de blancos, compartiendo el designio de socavar la democracia, como valor común y esencial para una efectiva y mutuamente beneficiosa integración. Con este cuadro, es cierto, un proceso de integración que incluya a países de estas corrientes del enfrentamiento, de la “antidemocracia” y de la retórica populista, se hace difícil, por no decir imposible.
Y no es que se trate de un enfrentamiento entre posiciones ideológicas como pretende el presidente boliviano, porque precisamente quienes participan con gravitante presencia en los procesos de integración son países como Chile, Brasil y Uruguay, en los que las izquierdas –democráticas por supuesto– son gobierno y siguen políticas integracionistas serias y consecuentes. De lo que se trata ahora es que un grupo de países –Venezuela, Cuba, Bolivia y Nicaragua (aún no está Ecuador)– hacen aparecer una alternativa de confrontación diplomática por el predominio (¡vaya pretensión!), que llevan adelante algunos dirigentes con un acusado y vano mesianismo, lo que en política exterior, no tiene futuro. Y así esta “Alternativa Bolivariana para las Américas” producto de la megalomanía chavista, hace que los ingenuos caigan impulsados por su propio “encuevamiento”, y por su sectarismo llevado al exterior. Esta línea de acción contra los instrumentos integracionistas (MERCOSUR y Comunidad Andina de Naciones), está resumida en recientes declaraciones del presidente de Bolivia, recogidas por la agencia de noticias AFP. Estas con consistentes con la línea de agresividad del “chavismo”. Veamos algunas:
- “El presidente de Bolivia, Evo Morales, cuestionó este jueves el papel económico que desarrollan la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), a los que llamó "monopolio de los neoliberales".
- "Este es un debate político-programático entre quienes quieren resolver los problemas de esa gente históricamente abandonada (como) los microempresarios" y quienes no desean hacerlo", dijo el mandatario boliviano, quien apuesta con firmeza a la Alternativa Bolivariana
para las Américas (ALBA), junto a sus aliados políticos Fidel Castro, de Cuba, y Hugo Chávez, de Venezuela.
- "Morales siguió la misma línea de discurso del presidente venezolano, quien dijo la semana pasada en Caracas que
- El presidente aymara no aclaró, tras sus observaciones, qué rumbo tomará Bolivia miembro pleno de
No parece una tarea productiva analizar estas incongruencias, pero habrá que anotar que un bloque, con tres países que reúnen un mercado empobrecido, especialmente los de Cuba y Bolivia, no será comparable ni competitivo frente a mecanismos como el MERCOSUR y
El tema da para mucho pero, por hoy, sólo se puede, en el estrecho margen de una columna, mencionar unos pocos aspectos que señalan la insensata marcha del gobierno en materia de integración latinoamericana.
7 de julio de 2007
Corrupción en la mentira…
Hace poco tiempo, en el país se habló mucho de la necesidad de humanizar la política; esto es hacer que el trato entre los que actúan en este campo sea considerado, que predomine el respeto al derecho ajeno, que se muestre tolerancia ante la discrepancia y, sobre todo, que se acaten las reglas –muchas sobreentendidas– de la democracia y las que están especificadas en las leyes.
Es verdad que, desde hace ya muchos años, no hay presos políticos ni detenidos indefinidamente sin juicio por causa de sus ideales, en las cárceles del país o en otros lugares infames como en el pasado. También es cierto que el exilio, como castigo al adversario siempre acusado de conspirador, ya no existe. Tampoco se conoce de torturas ni asesinatos con motivos políticos. En esto se ha avanzado. Y prueba de ello es que en estos más de veinte años es posible ser opositor y crítico, sin las tremendas represalias del pasado.
Pero –¡Ay! Siempre los “peros” lo empañan todo– la mejora ha tenido altibajos, especialmente cuando asoman los afanes de dañar la honra de los adversarios políticos, usando la acusación hiperbólica o, lo que es peor, sin fundamentos, es decir falsa. Hay que señalar que esta conducta tiene todos los visos de una campaña dirigida contra ciudadanos opositores para “castigarlos” por lo que dicen o hacen. Pero eso no es todo: se la usa para justificar políticas y disimular yerros, porque se tendría la idea de que es mejor atacar primero antes que defenderse. Y de esto no se salvan ni representaciones ni representantes de países con los que se tiene relaciones diplomáticas. Todo en un notorio afán de escándalo.
Y, cuando todo esto sucede, por supuesto que se amedrenta a quienes discrepan con una corriente política, haciendo temer represalias más o menos encubiertas, o muy frecuentemente como en el último tiempo, con acusaciones falsas. Y cuando estas acusaciones son lanzadas, se tiene la convicción de que, pese a que llegan a la calumnia pública, estas quedarán en la impunidad.
Hay que mencionar también que hubo y hay insistencia en el oficialismo de que lucha y luchará contra la corrupción. Esto estaría bien, si se entendiera que la corrupción no abarca solamente a la práctica del enriquecimiento ilícito. La intolerancia, la arbitrariedad, la soberbia, la prepotencia, la promesa incumplida, son parte de una conducta corrupta. Esto, además de la calumnia impune. Pero no, ya es práctica corriente. Y se adopta ahora otra modalidad: la de la provocación constante, y todo en un torbellino de contradicciones.
Podría interpretarse que al señalar esta conducta, se estaría incurriendo en lo mismo que se critica. Pero no. Es tan notorio lo que está sucediendo con la lengua del oficialismo, que no hay persona notoria en la oposición o institución cuyos miembros sigan una línea que no es grata para el Gobierno que no haya merecido, inclusive del primer nivel del oficialismo, la tenaz y agresiva diatriba que, como se ha dicho, muchas veces llegó al insulto, a la ofensa y a la calumnia.
Son ya varias las víctimas: gobiernos, embajadas, empresarios, industriales agropecuarios, dirigentes de instituciones, opositores, periodistas y periódicos, trabajadores no afines al régimen, etc. Todo aquel que disienta con un tema que sostiene el oficialismo, estaría contra el cambio (y qué si se opone a los destinos que empeorarán lo vigente), contra una asamblea constituyente que se debate entre la vida y la muerte moral y contra la unidad, aunque se propicie desde arriba el enfrentamiento regional y racial.
Cualquier asunto que surja fuera de los ámbitos del poder público y que no coincida con el pensamiento oficial, merece la mención agresiva. Es más, en el uso de la mentira se da lugar a la advertencia de que hay amenazas terribles –que sólo están en la imaginación del que advierte– y se incita a defendernos de esos peligros a instituciones como las Fuerzas Armadas (¿es una amenaza de violenta represión en lo interno? ¿O es una bravata en lo externo?)
La última víctima de esta práctica, es un conocido dirigente cívico, al que se le acusa de una supuesta apropiación de tierras que, sin embargo, no están a su nombre, lo que no importa para el propósito perseguido por los acusadores. Claro que a este dirigente no le sirven las justificaciones, porque el fin de la acusación oficial no es el esclarecimiento, sin inflingirle el mayor daño moral, usando aquello de “miente, miente que algo queda...”.
Para luchar contra la corrupción, también hay que practicar una conducta honesta, lo que es lo contrario a mentir y a acusar falsamente, es decir calumniar a todo sospechoso de contradecir designios políticos, en este caso del oficialismo.