Entregas marzo 2007

31 de marzo de 2007

Vientos nuevos en la OEA

A partir del 1 de abril, el Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos, por el sistema de rotación, será presidido por Venezuela durante los siguientes tres meses. Y se advierte que podría crearse un clima de tensiones si este país conduce su gestión con la habitual agresividad verbal del presidente Chávez contra los Estados Unidos y el presidente Bush.

En el pasado, la OEA fue escenario de las muestras de diferencias con los Estados Unidos. Fue cuando la izquierda latinoamericana alentó la confrontación en esta organización como una forma de lucha antiimperialista. Los casos más notorios fueron promovidos, en distintos tiempos y circunstancias: por Guatemala durante el régimen de Árbenz, Cuba, Perú en tiempos de Velasco Alvarado, Chile en el gobierno de Salvador Allende y Nicaragua en el primer gobierno sandinista. Esto, sin embargo, no sucede con la izquierda sensata, como la del Brasil de Luiz Inácio Lula da Silva, la de Chile de Lagos y la señora Bachelet y la del presidente Tabaré Vásquez del Uruguay.

Por su parte, la Argentina está en un círculo de enfrentamientos que hace imprevisible su posición si Venezuela promueve confrontaciones en la OEA. Un columnista de La Nación de Buenos Aires, afirma: “Un lujo que la Argentina no se dio nunca fue el de promover fricciones simultáneas con los Estados Unidos y con Brasil. Kirchner se lo dio”, refiriéndose al reciente acto “chavista” en un estadio de fútbol en Buenos Aires que dio lugar a la inusual reacción de la diplomacia norteamericana, y a polémicas declaraciones en torno a Petrobrás. Y como ingrediente adicional, añade: “la Argentina y Uruguay no necesitan de Bush para estar divididos” aludiendo a la inexplicable actitud de Buenos Aires sobre la instalación de las papeleras uruguayas.

Resulta, entonces, comprensible la expectativa creada. El corresponsal de La Nación de Buenos Aires en Washington, pronostica: "La OEA, nuevo frente de batalla entre EE.UU. y Venezuela". Y un representante diplomático acreditado ante la OEA afirma, con razón, que "no es mucho lo que podrá hacer (Venezuela) si no cuenta con el apoyo de la mayoría de los paises" y, al parecer, sólo tendría como aliados a Bolivia -¡cuando no!-. Ecuador y Nicaragua, aunque el sandinista Ortega ya no muestra los ímpetus revolucionarios de su primera época. Cuba, su más cercana aliada, está fuera de la OEA. En México, hay el antecedente de las fricciones creadas por el presidente Chávez en los últimos comicios en los que resultó electo su actual presidente Felipe Calderón. Uruguay, probablemente seguiría con su tradicional sensatez, cuidando las expectativas de acuerdos beneficiosos para su comercio con los Estados Unidos. El presidente Lula, a la hora de fijar su posición, seguramente será consecuente con los entendimientos energéticos con el presidente Bush. Lo que hará la Argentina dependerá del grado de la visible radicalización de su presidente. Los demás, como Colombia, Paraguay y los países centroamericanos y del Caribe, se alejarían de una posible confrontación perjudicial para todos, dejando al régimen venezolano con una visible minoría. Y no hay dudas a dónde apuntará el influyente Secretario General de la OEA, al que Chávez llamó "pendejo".




17 de marzo de 2007

Otro revés, y ya van....

Entristece la que probablemente es una de las peores noticias recientes. Bolivia no está en los planes 2007 – 2008 de la Cuenta del Milenio: el programa de cooperación resultante del compromiso asumido en la Cumbre de las Américas de Monterrey por el presidente de Estados Unidos que, en sus palabras, está destinado a “proveer mayor cantidad de recursos a los países que están tomando mayores responsabilidades para su propio desarrollo”.

En el mejor de los casos, los esperados seiscientos millones de dólares para financiar importantes proyectos sólo estarían disponibles para 2008 – 2009, o para después, si es que a fines de 2007 llenamos los requisitos y calificamos como elegibles.

La preocupante noticia que causó tanto revuelo y hasta una pataleta de alto nivel, provino de un despacho de Associated Press. Y es cierto: Bolivia no ha sido elegida como beneficiaria para la siguiente gestión de la Cuenta del Milenio; es decir que el país solamente tiene ciertas expectativas para después, esto es si el gobierno cumple con muy claras y justificadas condiciones, que se refieren a una administración y conductas responsables. Las reglas están dadas, y el que califica a los postulantes es, precisamente, quien va a dar la ayuda.

Las aseveraciones del actual gobierno, que dice promover el progreso de la mayoría de los ciudadanos sin discriminaciones sociales o regionales, que afirma que busca eliminar la pobreza crítica, que asegura que respeta la ley, las instituciones y las libertades democráticas, como la de la libre expresión, que sostiene que garantiza ética y transparencia en los asuntos públicos y, finalmente, que pretende que es creíble que preserva la libertad económica, no son suficientes, puesto que hay la comprobación de que no todo esto es cierto.

Pero hay más: ¡Ni se había presentado una propuesta! Ahora, la funcionaria responsable promete que elaborará –apresuradamente, por cierto– una por mil millones de dólares (un tercio de los fondos disponibles para todos). ¡Vaya ingenuidad o desinformación! Lo cierto es que no figuramos en los planes de la Cuenta del Milenio para este año porque el gobierno no ha presentado una propuesta, y por algo más…

El enojo palaciego con la prensa por difundir la noticia de las pocas perspectivas bolivianas en la Cuenta del Milenio, no hace desaparecer realidades. Tampoco beneficia la persistente provocación al gobierno donante, a su representación diplomática y a su política. Estados Unidos es el país que otorgaría la importante ayuda, ahora crucial para Bolivia por los recientes desastres naturales, para reconstruir las carreteras destruidas. Crear un ambiente adverso, no hace posible entendimientos. Si bien en las relaciones bilaterales las prestaciones entre desiguales no pueden ser equivalentes, si es indispensable el respeto y la solidaridad mutua. Nadie está obligado a cooperar a quien se declara o actúa como su enemigo. No sorprenden, entonces, los informes difundidos este mes (marzo de 2007) por el Departamento de Estado con serias críticas al gobierno boliviano.

Algo más: cobijar y celebrar ataques a un gobierno, como los insanos insultos del presidente de Venezuela y, al mismo tiempo, mostrar supuestas buenas inteciones, no rinde frutos. Por eso sufrimos un nuevo revés, y ya van tantos...




3 de marzo de 2007

La provocación...

Una constante que recurrentemente es usada en política internacional es la provocación. Y, cuando esta práctica se hace notoria, muy pronto resulta en un clima enrarecido, poco propicio para el entendimiento. Es más: con esto se inflaman pasiones populares, creándose conflictos que resultan artificiales, usados como una inyección para el populismo. Luego, sirve para atribuir a otros los fracasos propios.

No hay ejemplo conocido de que, con la estridencia provocadora, se haya resuelto problemas, diferendos o conflictos. Las guerras verbales son improductivas. No van más allá de ocultar designios antidemocráticos y, a la vez, la satisfacción de ególatras supuestamente mesiánicos o predestinados.

Ya es tradicional que todos los males y fracasos del régimen castrista, sean atribuidos a la “inquina” de los países capitalistas en general y, en especial, a un embargo y acoso que habría sido decisivo para la catastrófica situación económica en que se debate ese país. Atribuir a otros los males propios, es una antigua conducta muchas veces aceptada. Y esto tiene precedentes.

Hay que recordar las amenazantes provocaciones, basadas en un enorme pero no ilimitado poder de destrucción, que resultaron en una guerra mundial espantosa. Se pretendía la revancha de la primera tragedia de 1914 y establecer un nuevo régimen que duraría mil años. Se buscaron pretextos que justificaran la agresión, señalando como a uno de los culpables de los males prevalecientes, a un sector de la población, buscando su eliminación de la faz de la tierra. Y falló, aunque a costa de millones de vidas. Otro ejemplo: El zapato soviético que provocadoramente golpeaba un curul en la Asamblea de las Naciones Unidas, no impidió la posterior caída de un imperio sumido en una gravísima crisis y que había pretendido establecer un régimen mundial. Dos ejemplos dramáticos en la historia de la humanidad.

Pero esto de la provocación –con insultos de por medio– no es algo que algunos dirigentes puedan resistir como método de acción política. Y se usa –se repite– pese a los resultados adversos que, a la larga, producen. En Bolivia no fue extraña la provocación. Un dirigente populista, mientras estuvo en la oposición y ahora en el poder, no se cansó de atribuir sin pruebas todos males del país a la acción supuestamente perversa de una embajada. Lo que parecía una demasía, fue posible por un proceso democrático –el más largo de la historia nacional– hoy en peligro.

Y lo que ya parece una anécdota por las contradicciones que implica: Hay la evidencia de que el país denostado y considerado enemigo por el actual mandatario venezolano, es su principal socio comercial, lo que ciertamente es inevitable, pues las realidades económicas y comerciales no se borran con la agresividad.

¿Persistiremos en la provocación que a la larga se paga? ¿No sería mejor elegir el camino de la mesura y la negociación respetuosa, lo que no es debilidad ni transigencia? ¿O es que se cree con ingenuidad que tendremos a un actual bolivariano como substituto en las relaciones con el coloso del Norte, que asumirá el dudoso papel de protector, cuando en realidad nos convertimos, cada vez con mayor claridad, en un instrumento más de la agresividad verbal caribeña?